jueves, 31 de enero de 2019

BREVE CRÓNICA DE UN EVENTO AFORTUNADO




ASÍ SEA

Llegó el día, viernes veinticinco de enero, salí tomando precauciones, ya que trasladarse desde el cono norte hasta Chosica, es una larga travesía.  Siendo las nueve menos quince salí al paradero más próximo de la línea amarilla, llegaron dos de estas unidades, subí a la segunda que estaba medio llena, el tráfico por la avenida Perú hizo que me retrasara varios minutos. Afortunadamente a las diez y cinco, desde puente Santa Anita, partía en un auto colectivo rumbo a mi destino, vía Ramiro Prialé, un nuevo atolladero en Huachipa, pero al entrar a la carretera Central, el camino se fue despejando. Vaya como ha cambiado la vista en todos estos años, las entradas a Huaycán, Ñaña y Chaclacayo están repletas de casas, comercios y transportistas.  Once y cinco, estoy a un último paradero antes de mi destino final, pero hay que tomar a solo un Sol el mototaxi que en tres minutos me lleva a las puertas de mi alma mater, la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle “La Cantuta”.
Al aproximarme me acordé del señor que nos recibía en la puerta de ingreso y que vendía pan con lomito, ahora me recibía el vigilante, quien parecía nos esperaba. Luego de identificarme me señaló el camino, pasando el comedor a la mano derecha, -cómo sino conociera-. Confieso que el corazón se me aceleró y un nudo en la garganta empezaba a manifestarse.  En esas casi cuatro cuadras llegaron varios recuerdos: el primer día en el campus al ver mis resultados del examen de admisión y conocer a Héctor Regalado quien iba por lo mismo, ambos ingresamos, él a psicología y yo a geografía, también cuando fui a matricularme y en la espera me complementé con César Cajo, él había ingresado a historia y tuvo la gentileza, algunos meses después de presentarme a Pilar a quien ya le había puesto el ojo en las clases de educación física en el circuito de playas, debido a la huelga de casi un semestre; desde ese día nos saludamos con un gesto de manos y una leve sonrisita que me dio muy buenos resultados.
Al pasar por el comedor como olvidar las colas interminables, el no entrar a clases y en mancha hacer uso de sus instalaciones, al flaco que vendía cubiertos, el popular “cuchara”, las charlas interminables en las áreas verdes, hasta que alguien advertía que teníamos alguna clase en la facultad o en el gabinete y con algo de pereza íbamos a recibirlas. En el aula el ambiente se mantenía, risas, bromas, pero también preguntas, silencios y buena disposición para escuchar a los profes. En verdad tuvimos grandes momentos, poco a poco nos fuimos haciendo profesores, pero sobre todo grandes compañeros, formando una especie de ayllu, con vínculos peculiares como la afinidad, el carácter, la seriedad, la chacota, pero sobre todo la aventura, allí están todos los viajes que hicimos a punta de esfuerzo y dedicación.
Entrar a los ambientes de la facultad fue muy emotivo, ver a mis compañeros y compañeras, saludar y abrazarlos una experiencia inolvidable, sin duda la mejor de todas, gracias por tanto cariño promoción Alexander Von Humboldt.  Hicimos un viaje al presente, ya que en verdad el tiempo se detuvo un diecisiete de diciembre del noventa y tres. Así fue.


BIOHUERTO